En el ámbito de la globalización las visitas que realizan los Jefes de Estado o de Gobierno al exterior se han convertido en un componente habitual e indispensable de las relaciones internacionales contemporáneas.
Sin duda, la dinámica actual de las relaciones internacionales ha incidido evidentemente en los procedimientos de ejecución de la política exterior del Estado, así como en la determinación de los actores que en ella participan.
Hay que destacar que las acciones que corresponden a los Mandatarios en el ámbito de las relaciones internacionales no se limitan a la denominada diplomacia directa. Su competencia se extiende, entre otras importantes actividades, a la formulación y dirección de la política exterior del Estado, a la recepción de las misiones diplomáticas acreditadas ante el país, al nombramiento y envío al exterior de los agentes diplomáticos de su nación (en los casos de los Embajadores, su designación requiere en la República Dominicana la aprobación del Senado), a la concertación y a la puesta en vigor de los tratados, una vez que hayan sido aprobados por el Parlamento.
Como es sabido, las misiones diplomáticas -Embajadas y Delegaciones (Misiones) Permanentes- han sido históricamente las ejecutoras por excelencia de la política exterior del Estado. Empero, las frecuentes negociaciones directas entre mandatarios que tienen lugar en visitas de Estado, en cumbres y en otros escenarios internacionales, han relegado (aunque sólo en forma extraordinaria), en determinada medida, el habitual rol de la misión diplomática. En ese contexto, merece destacarse el rol de las Misiones Diplomáticas, las cuales participan activamente en las preliminares de estos encuentros. Asimismo, durante el desarrollo de los mismos, les darán el requerido soporte y muy especialmente una vez finalizado el encuentro de Mandatarios les corresponde a las respectivas Misiones Diplomáticas darle el debido seguimiento a tales ejecutorias del más alto nivel, a las conclusiones y los acuerdos de éstos de conformidad con preceptos de carácter internacional y, asimismo, en cumplimiento con el principio de unidad de acción exterior del Estado.
Si bien es cierto que las negociaciones sin intermediarios de los Jefes de Estado o de Gobierno, denominadas por el derecho diplomático moderno como diplomacia directa (personal o en la Cumbre), han demostrado su efectividad en la búsqueda de soluciones a problemas contemporáneos de la más diversa índole. Incluso hoy se ocupan de asuntos que hasta hace muy poco eran de la competencia exclusiva de los organismos internacionales. En ciertos períodos de la historia esta modalidad de diplomacia, particularmente las Cumbres de Soberanos, se asociaban únicamente al restablecimiento de la paz luego de una guerra importante.
Cada Estado, en calidad de miembro de la comunidad internacional, posee el atributo de la dignidad –valor que le es reconocido por los demás– que le pertenece desde el momento de su inserción a la comunidad internacional como Estado soberano y que se mantiene hasta su extinción como tal. Sin duda en la actualidad, todos los Jefes de Estado tienen igual categoría, y si bien antiguamente los emperadores y reyes se consideraban jerárquicamente superiores a los presidentes de las repúblicas, hoy en día esta pretensión no cuenta con ninguna sustentación jurídica.
En lo concerniente a las visitas de Estado hay que resaltar que a través de la historia, aparte de la espectacularidad y expectativas que ellas suscitan, el ceremonial que las rige ha conservado elementos majestuosos que corresponden al reconocimiento y jerarquía que ostenta el ilustre visitante, en su calidad de primer mandatario de una nación. Si bien el régimen de las visitas de Estado lo establece la legislación interna de cada país, sus elementos coincidentes han determinado cierta similitud en la solemne acogida que los Jefes de Estado .